Cuando pensamos en literatura rusa, es imposible no pensar en Fiódor Dostoyevski (1821-1881), considerado uno de sus máximos exponentes e indudable clásico de la literatura universal. Con una vasta obra que explora los claroscuros de la condición humana, no es de sorprender que algunos de sus personajes presenten fuertes similitudes con su vida, las cuales vamos a explorar aquí.

A 203 años del nacimiento de Dostoyevski, sus obras siguen causando fascinación y asombro entre los lectores, con títulos definitivos como Crimen y castigo (1866), Los hermanos Karamazov (1880), Memorias del subsuelo (1864), "Noches blancas" (1848), El idiota (1869) y El jugador (1866), por mencionar algunos de los más conocidos.

En la obra del narrador ruso destacan algunas características, como la exploración de la psicología humana, donde profundiza en los pensamientos y emociones más complejos de sus personajes, con temas como la culpa, el miedo, el amor, el sufrimiento y la redención, así como conflictos éticos y morales que cuestionan el bien y el mal. La contradicción es un rasgo que persiste en sus personajes, muestra de la complejidad de la condición humana, así como la construcción de espacios oscuros y decadentes que reflejan una miseria física y espiritual, lo que también se puede interpretar como una crítica social y política a su época.

Alekséi Ivánovich: ludopatía y decadencia

En ese sentido, no es de sorprender que Dostoyevski haya volcado aspectos muy personales de su vida en sus personajes, especialmente en El jugador, cuyo protagonista, Alekséi Ivánovich, refleja muchas de las obsesiones del autor, como su adicción al juego y una suerte de impulso autodestructivo, pero también las huellas que dejó en él el desengaño amoroso.

Un dato conocido entre lectores y biógrafos de Fiódor Dostoyevski es su ludopatía. A lo largo de su vida, el narrador ruso fue perseguido por la necesidad de ganar dinero rápido, en buena parte debido a sus deudas acumuladas y por su inclinación impulsiva al riesgo. Estos rasgos tienen sus paralelismos con Alekséi, un joven inestable que termina por arriesgar todo lo que tiene por el juego, condenado su vida a la decadencia moral y el desarraigo.

Comencemos por el contexto, que en este caso resulta hasta revelador. Dostoyevski escribió El jugador en sólo 26 días, impulsado por la urgencia de cumplir con un contrato editorial para evitar perder los derechos legales sobre sus propias obras. En ese sentido, la historia de Ivánovich, atrapado en una espiral de deseos incontrolables y pérdidas, se vuelve casi una autobiografía velada.

Al igual que Aléksei, Dostoyevski era asiduo a los casinos, y fueron varias las ocasiones en que llegó a arriesgar hasta el último centavo con la esperanza de cambiar su suerte, un hábito que, lejos de mejorar su situación financiera, lo sumió cada vez más en la pobreza y generó conflictos en su vida personal.

Basta dar lectura al momento en que Ivánovich se adentra por primera vez en el mundo del juego al visitar un casino en la ficticia ciudad alemana de Roulettenburg, luego de que la hijastra del general ruso para quien trabaja, Polina Aleksándrovna, de quien está perdidamente enamorado, le pide que vaya al casino y haga una apuesta por ella, pues en muestra de su furor, le aseguró que bastaba una palabra suya para que él saltara al vacío desde la montaña Schlangenberg.

El pobre Alekséi se había negado en un principio, pues por entonces no tenía ninguna afinidad por el juego, pero acudió de mala gana, incitado por su propio juramento de amor ciego y servilismo. La que sería su primera experiencia en el juego (la cual fue favorable), fue determinante para la ludopatía que desarrollaría.

Estos dos aspectos: la adicción al juego y la dependencia ciega del enamoramiento, son también paralelismos entre Alekséi y el propio Dostoyevski, quien escribió El jugador inspirado en una serie de viajes al extranjero, especialmente en Wiesbaden (que se convertiría en Roulettenburg en su obra), y donde se enamoró de una joven llamada Polina Súslova (inspiración para Polina Aleksándrovna), quien lo abandonó después de perder todo el dinero que había ganado en la ruleta, tras lo cual se vio orillado a mendigar para volver a Rusia.

Las tendencias autodestructivas de Alekséi no son un simple retrato de la ludopatía, sino una vía de exploración del placer oscuro que proviene de la derrota y la humillación. Para Dostoyevski, esta actitud decadente está vinculada con una suerte de castigo autoinfligido, como si el perder una y otra vez fuera una penitencia, un ciclo de culpa y redención donde él mismo estaba atrapado. De igual manera, estos conflictos reflejan su compleja relación con la fe, el sufrimiento y la moral, mismos que también se manifiestan en otros personajes de su obra.

Ivan Karamazov y Raskólnikov

En novelas emblemáticas como Crimen y castigo y Los hermanos Karamázov, encontramos más reflejos de las obsesiones y dilemas de Dostoyevski, aunque desde otros ángulos. En Crimen y castigo, por ejemplo, el personaje de Ródion Raskólnikov encarna un dilema moral y ético tras justificar filosóficamente el asesinato y llevarlo a cabo, para luego padecer el flagelo de la culpa, lo que en última instancia lo lleva a buscar la redención, no sin asumir las consecuencias de sus actos cumpliendo una condena en Siberia.

El propio Dostoyevski llegó a experimentar con ciertas ideas políticas radicales en su juventud, llegando al punto de ser detenido y condenado a muerte, aunque perdonado de último momento. Una experiencia que lo marcó profundamente y lo llevó a replantearse muchas de sus ideas, desembocando en una visión más cristiana del sufrimiento, donde la redención del alma es posible atravesando el dolor y la culpa.

En Los hermanos Karamázov, por su parte, el personaje de Ivan Karamazov, un ferviente racionalista y ateo, que en su famoso "Gran Inquisidor" plantea una crítica devastadora contra el cristianismo y la idea del libre albedrío, emprendiendo así una suerte de rebelión contra Dios.

Este dilema de fe fue bien conocido por el propio Dostoyevski, quien durante su vida llegó a vivir periodos de distanciamiento y acercamiento con la religión, los cuales también estuvieron marcados por su amarga experiencia en Siberia.

Te invitamos a sumergirte la lectura de los libros de Dostoyevski en el orden que prefieras. Sin duda representan un clavado a los laberintos de la condición humana y las propias experiencias del narrador ruso, mismas que se reflejan en los paralelismos con algunos de sus personajes más icónicos.