A todos les encanta una historia de amor bonita, romántica y enternecedora.

Esta no es una de esas.

Escrita por la autora Bryenne Weaver, puede que el título Butcher & Blackbird suene como aquel que se le daría a un dúo dinámico de superhéroes. Y aunque, de una depravada manera, es cierto que este par imparte justicia, la verdad es que muy pocos tendrían la osadía de llamarlos “héroes” y aún menos los denominarían como “súper”. La realidad es que esta novela gira alrededor de (no hay otra manera de decirlo) dos asesinos seriales, Sloane y Rowan, cuyas víctimas son otros asesinos seriales a quienes ellos consideran especialmente monstruosos.

A lo largo y ancho de la novela, seguimos a esta pareja, quienes se conocen aparentemente por coincidencia cuando ambos cazaban al mismo malhechor, y deciden competir para ver de una vez por todas cuál de los dos es el mejor homicida (una categoría que, esperemos, no agreguen pronto a las olimpiadas).

Un amor poco convencional (y un tanto enfermizo)

En esta primera entrega de la muy apropiadamente titulada Trilogía del amor caótico, basta con ver la lista de advertencias de contenido, ubicada al comienzo del libro, para darnos una idea de cómo ni éste ni su autora le temen al tabú, a las críticas o, francamente, a Dios.

La lista se ve así:

Aunque Butcher & Blackbird sea una comedia romántica oscura (y esperamos que te rías con toda esta locura), ¡Sigue siendo oscura! Por favor, lee con responsabilidad…

  • Globos y cuencas oculares
  • Cirugía para aficionados...
  • Canibalismo accidental
  • Canibalismo no tan accidental…
  • Uso imprudente de utensilios de cocina
  • Siento lo del helado de vainilla y las galletas de chocolate (bueno, en realidad no).
  • Escenas de sexo explícito que incluyen, entre otras cosas: calentar la pinga, sexo duro, fetiche por los cumplidos, anal, juguetes para adultos, asfixia, escupir, relaciones de dominación/sumisión, piercings genitales...

Es con esta lista, juguetona en el más “por el amor de Dios, ve a terapia” de los sentidos, la autora nos prepara para enfrentarnos a su retorcido sentido del humor. Puede que haya sido una manera de acentuar lo absurdo del mundo al que estamos a punto de adentrarnos. Uno en el que dos criminales pueden tener un arco de enemies to lovers, mientras cometen actos aberrantes, sin que exista una sola figura de autoridad que se les oponga.

¿Llamas a eso romance? Okay…

Butcher & Blackbird, en mi opinión, ejemplifica a la perfección el estado actual de la comedia romántica en la literatura. Con esto me refiero a que, en todos los sentidos, este es un libro vulgar, con una trama pobremente desarrollada, escenas de sexo (o popularmente conocidas como smut) que hacen todo lo posible por ser gráficas y gratuitas. Un libro atestado de personajes que son un copy-paste de miles que se han visto antes en títulos similares, los cuales se embarcan en un romance poco creíble, incluso para ser un instalove. Todo esto es, por supuesto, la opinión de una persona quien reconoce que está lejos de ser la audiencia ideal para un libro como este.

Sin embargo, he de admitir que (a pesar de todas mis críticas) existen algunos aspectos de esta obra que me atrevo a llamar… ¿admirables? No en su narrativa, ni mucho menos en su trama o sus personajes, sino en el hecho de que, aún con todas sus fallas, esta novela le es fiel a su naturaleza. Con esto quiero decir que no pretende ser otra cosa que lo que es: escenas pornográficas, aderezadas con la más endeble trama y un sentido del humor que acierta tanto como falla.

Pues mientras tantos libros de romance son constantemente criticados por, valga la redundancia, romantizar escenarios éticamente problemáticos, desbalances en dinámicas de poder o personajes de dudosa moral, esta novela le da la bienvenida a todo aquello que podríamos calificar como cuestionable, buscando activamente, a través de su enfermizo sentido del humor, descubrir qué tanto se pueden empujar los límites del buen gusto y la fortaleza del estómago de sus lectores. Si esto es algo bueno o malo, no soy quién para juzgar.

Finalmente, menciono una verdad de la que estoy convencido: existe un lugar en el mundo para libros como este. Libros que no buscan revolucionar la lengua o cambiar el mundo, sino que son un escape; una fantasía que quizás en este caso no involucre magos o dragones, sino lujuria y depravación.

Libros como estos siempre estarán en demanda, por el simple hecho de que les proveen a sus lectores algunas horas de entretenimiento. Después de todo, como dice el dicho: Para todo roto hay un descosido.