En México, cuando llega el Día de Muertos, el ambiente se llena de color, aromas a cempasúchil, papel picado y pan de muerto. Pero además de las ofrendas y las visitas al panteón, hay otra tradición que combina ingenio, humor y cultura: las calaveritas literarias.

Estas pequeñas obras poéticas, llenas de sátira y picardía, son una manera única de reírnos de la muerte y, al mismo tiempo, rendirle homenaje a la vida.

¿Qué son y por qué se escriben las calaveritas literarias?

Las calaveras literarias son composiciones en verso, generalmente rimadas y breves, que se escriben para burlarse amistosamente de personas vivas, como si la muerte ya las hubiera venido a buscar.

Tienen que ser satíricas, chispeantes y divertidas, y suelen hacer referencia a alguna cualidad, defecto o costumbre del personaje en cuestión, o incluso a temas de interés general o de moda.

Aunque pueden parecer simples bromas, en realidad son una forma de crítica social y cultural muy mexicana. Se usan para señalar con humor las manías de los amigos, los excesos de los políticos o las modas del momento. En el fondo, las calaveras literarias nos enseñan a ver la muerte con una sonrisa, a perderle el miedo y a celebrar que seguimos vivos.

Calavera de azúcar en ofreda de Día de Muertos.

Los orígenes de la calaverita

El origen de las calaveritas literarias es un tema fascinante y, como muchas tradiciones mexicanas, tiene raíces tanto europeas como indígenas. Existen varias teorías sobre cómo surgieron.

Una de ellas señala que su inspiración proviene de los epitafios delpoeta español Jorge Manrique (1440–1479), autor de las famosas “Coplas por la muerte de su padre”. En sus versos, Manrique reflexionaba sobre la fugacidad de la vida y la igualdad que trae la muerte. Aunque sus textos eran solemnes, ese tono reflexivo influyó en la idea de hablar de la muerte en verso.

Otra teoría las vincula con las “danzas macabras” o “danzas de la muerte” de la Edad Media en Europa. En esas representaciones teatrales o ilustradas, la Muerte invitaba a personas de todos los estratos sociales —reyes, obispos, campesinos y mendigos— a bailar con ella, recordándoles que nadie escapa del destino final. Estas expresiones artísticas viajaron a América con los colonizadores y, en la época colonial mexicana, se mezclaron con las creencias y el humor del pueblo.

En la Nueva España, la figura de la muerte también se vinculó con personajes místicos como la madre Matiana o “la del Espíritu Santo de Tepotzotlán”, en el actual Estado de México. A esta mujer se le atribuían profecías y epitafios en verso, lo que contribuyó a que se popularizara la idea de escribir sobre la muerte con ironía y misterio.

Con el tiempo, esa mezcla de influencias dio origen a una forma muy mexicana de entender la muerte, no como tragedia, sino como parte natural de la vida, algo que puede cantarse, reírse y compartirse en comunidad.

Las primeras calaveras modernas, la sátira y censura

Aunque las raíces de las calaveras se remontan a la época colonial, las calaveritas literarias modernas comenzaron a tomar forma a mediados del siglo XIX.

En ese tiempo, empezaron a publicarse en periódicos populares, acompañadas de caricaturas o ilustraciones que mostraban a la Muerte, a menudo con sombrero elegante o en situaciones cotidianas.

Estas primeras calaveras se escribían para criticar a políticos, burócratas y figuras públicas de forma humorística, una manera ingeniosa de decir lo que la gente pensaba sin meterse directamente en problemas. Sin embargo, la sátira era tan aguda que en ocasiones fueron censuradas por los gobiernos en turno, especialmente durante el Porfiriato.

Fue justamente en esa época cuando surgió una figura inseparable de esta tradición: la Catrina. El caricaturista y grabador José Guadalupe Posada, originario de Aguascalientes, ilustró numerosas calaveras literarias con sus grabados de esqueletos danzantes, músicos, políticos y damas elegantes. Su estilo, heredado luego por artistas como Diego Rivera, convirtió a la Catrina en símbolo universal del Día de Muertos.

La Catrina de José Guadalupe Posada.

Antes de ser conocidas como “calaveritas”, estas composiciones eran llamadas “panteones” o “pantoneones”, y circulaban de manera anónima. Con el tiempo, se consolidaron como parte esencial de la cultura popular mexicana.

La calaverita literaria en la actualidad

Hoy en día, las calaveras literarias siguen más vivas que nunca, se escriben en escuelas, periódicos, concursos culturales y redes sociales. Algunas se dedican a amigos o familiares; otras, a personajes famosos, políticos, artistas o hasta “influencers”.

Las calaveras modernas mantienen el mismo espíritu que las de hace más de un siglo, usar la muerte como pretexto para reírnos de la vida.

Suelen tener entre cuatro y ocho versos rimados, y su estructura varía según la creatividad del autor. Lo importante no es tanto la métrica, sino el ingenio con que se describe la escena.

El caricaturista y escritor Eduardo del Río “Rius” decía que las calaveritas son como “un epitafio epigramático dedicado a los amigos, familiares o conocidos, pero sólo en Día de Muertos”. Y tenía razón: cada 1 y 2 de noviembre, millones de mexicanos sacan a relucir su humor más mordaz y su talento para la rima, celebrando así una de las tradiciones literarias más queridas del país.

El valor cultural de las calaveritas

Las calaveritas literarias son mucho más que un juego de palabras. Representan una forma de expresión profundamente mexicana, donde se mezclan el humor, la ironía y la crítica social.

Durante siglos, el pueblo ha usado estas rimas para decir lo que piensa, para desahogarse ante la injusticia o simplemente para reírse de sus propias penas.

Su valor cultural es enorme, unen el arte, la literatura y la tradición oral en una misma manifestación. Cada calaverita es una muestra de cómo el mexicano convierte la muerte en arte, y cómo la risa puede ser una forma de resistencia.

Ejemplo de calaverita literaria

Como no podíamos dejar pasar la oportunidad de escribirle una calaverita a nuestro querido diccionario:

Ejemplo de calaverita literaria.

En un país donde la muerte no se esconde, sino que se celebra, las calaveritas literarias nos recuerdan que vivir con humor también es una manera de vencer al miedo.

Así, entre versos juguetones y risas, México sigue bailando con la Catrina, escribiendo calaveras y demostrando que, mientras haya poesía y picardía, la muerte no tiene la última palabra.