Con el auge de las novelas spicy (aquellas historias románticas con alto contenido sexual), podría parecer que el erotismo literario es un invento moderno. Autoras como Ali Hazelwood, Callie Hart o Elsie Silver capturan la atención de millones de lectores en espacios como BookTok. Pero el deseo, el cuerpo y el placer han sido temas literarios desde hace siglos. Mucho antes de que la palabra spicy se viralizara, en la antigua Grecia ya se escribían los Epigramas eróticos griegos, textos que tenían como tema principal la sensualidad.

En esta nota te contamos qué son estos breves poemas, qué los hace tan provocadores, y por qué sus temas y tonos podrían ser antecedentes de las novelas spicy de hoy en día.

¿Qué es un epigrama?

Los epigramas son composiciones breves que, en su origen, se grababan en piedra o metal para conmemorar eventos, rendir homenaje o marcar tumbas. Escritos en dístico elegíaco, estos textos combinan un verso largo (hexámetro) con uno corto (pentámetro). Con el tiempo, se desarrollaron y se convirtieron en piezas literarias independientes.

Durante la época helenística, en el siglo III a.C., el epigrama cambió. Se convirtió en un género poético. Autores como Asclepíades de Samos, Calímaco y Estratón de Sardes lo cultivaron. Dentro de esta evolución surgieron los epigramas eróticos: poemas breves que, lejos de la solemnidad, se sumergían en las pasiones humanas.

“Me enamoré, cortejé, obtuve, consumé, soy amado.
Pero quién y de quién y cómo, sólo la diosa lo sabe”.
Sin título, Anónimo
La portada del libro "Epigramas Eróticos Griegos".

¿Qué hace que un epigrama sea erótico?

Los epigramas eróticos se caracterizan por un lenguaje directo, humorístico y en ocasiones descarado. Su tono puede ir desde lo delicadamente sensual hasta lo abiertamente explícito. Estos poemas no se andan con rodeos, hablan del cuerpo y celebran el deseo. A veces muestran la frustración, el rechazo o el poder en las relaciones.

Sus temas recurrentes incluyen:

  • Descripciones del cuerpo deseado.
  • Encuentros sexuales, implícitos o explícitos.
  • Triunfos y fracasos amorosos.
  • Celos, infidelidades o amores imposibles.
  • Juegos verbales, dobles sentidos y remates ingeniosos.

Por ejemplo:

“Las letras de culo y oro tienen el mismo valor numérico:

haciendo números lo descubrí sin querer cierta vez”.

El sexo hay que pagarlo, Estratón

O

“Cuando no quiero me besas, te beso cuando no quieres;

complaciente si te rehúyo, reticente si te persigo”.

¿En qué quedamos?, Estratón

Este último muestra cómo los epigramas no sólo se ocupaban del deseo, sino que jugaban con él de forma irreverente y casi matemática. Estas obras aparecen recogidas en la antología Epigramas eróticos griegos, publicada por Alianza Editorial. Esta edición, hecha por Guillermo Galán Vioque y Miguel Ángel Márquez Guerrero, presenta una selección de textos importantes del género. Incluye notas que explican su origen y detalles.

¿Qué tienen en común los Epigramas eróticos griegos con las novelas spicy?

Aunque estén separados por más de dos mil años, los epigramas eróticos griegos y las novelas spicy contemporáneas comparten más de un punto en común.

1. Lenguaje sin pudor

Tanto en los epigramas como en los romances spicy, el cuerpo se nombra sin rodeos. No hay lugar para eufemismos floridos: el placer se dice con claridad.

2. El deseo como motor narrativo

En ambos casos, el deseo no es un adorno sino un impulso vital. En los libros de Ali Hazelwood, por ejemplo, la tensión sexual entre los personajes no sólo intensifica la trama: es la trama.

La portada del libro "No es Amor" de Ali Hazelwood.

3. Emociones intensas y contradictorias

Ni el epigrama ni la novela spicy ofrecen un deseo plano o monótono. Hay ansiedad, juegos de poder, celos, rendición, placer y dolor.

La atracción entre Saeris y Kingfisher en Quicksilver de Callie Hart ocurre en un lugar peligroso. Hay secretos, traiciones y una tensión constante. Esta tensión mezcla la magia con el deseo.

4. Duración breve pero efecto duradero

Los epigramas son textos cortos, pero impactantes. Algo similar sucede con las escenas spicy bien escritas: unas pocas páginas bastan para crear una tensión memorable.

La portada del libro "Quicksilver" de Callie Hart.

5. Celebración del gozo corporal

Tanto en los poemas antiguos como en las novelas contemporáneas hay una reivindicación del cuerpo como fuente de placer. Lejos de la culpa o la censura, estas obras celebran la sensualidad como experiencia humana.

6. Representación de vínculos fluidos

Otro punto interesante es cómo ambos géneros (el antiguo y el contemporáneo) desafían, en ocasiones, las normas convencionales de género y sexualidad. Estratón, por ejemplo, escribe epigramas homoeróticos con total naturalidad. En las novelas spicy actuales también se ha diversificado la representación de las relaciones, incorporando personajes queer, poliamorosos o con expresiones no binarias del deseo.

7. Uso del humor y el ingenio

El tono burlón o irónico de algunos epigramas se refleja en muchas novelas spicy. En estas novelas, los diálogos divertidos y los juegos de palabras ayudan a equilibrar las escenas de gran carga emocional o erótica. Un buen ejemplo de esto es Flawless. Sin reglas, de Elsie Silver, donde el intercambio de pullas entre los protagonistas, una supervisora impuesta y un vaquero rebelde, es parte clave del juego erótico que se construye entre ellos.

La portada del libro "Flawless: Sin Reglas" de Elsie Silver.

Los epigramas eróticos muestran las emociones humanas de manera carnal. Las novelas spicy de hoy siguen esta tradición. Actualizan el lenguaje y los códigos sociales. Ambas expresiones revelan algo esencial: el deseo no es solo biológico, sino profundamente narrativo.

Las escenas spicy de hoy exploran los límites del cuerpo, lo que se desea y lo que no se puede decir en voz alta. De la misma manera, los poetas griegos capturaban el goce, la frustración o la ambivalencia del amor físico en apenas dos versos.

Leer epigramas eróticos es acercarse a una tradición que no ha perdido vigencia. Aunque sus autores vivieron hace milenios, sus palabras siguen provocando sonrisas, incomodidad o complicidad. El deseo, al fin y al cabo, no cambia tanto con el paso del tiempo.