Déjame te presento a la próxima reina del terror.

Puede que ya hayas escuchado de ella. Con su novela debut, Rawblood, recibió el British Fantasy Award en la categoría de horror, mientras que su segunda novela, La pequeña Eve, no sólo le dio su segundo galardón en esta categoría, sino que igualmente recibió el Shirley Jackson Award. Recientemente se ha hecho viral en redes sociales su thriller psicológico La casa al final de Needless Street, no sólo por su intrigante premisa, sino también por contener un giro de trama que no deja de andar en boca de todos.

No estoy hablando de la hija de Stephen King, ni sugiriendo que se te pasó enterarte del sorprendente, mas no inesperado, regreso de la Reina Isabel II. Hablo en realidad de Catriona Ward, una novelista quien, así como la difunta monarca, ha estado aterrorizando al Reino Unido por años y es posible que sea una de las figuras más infravaloradas por el público en la literatura del horror.

Habiendo ya recibido una cantidad de premios y reconocimientos, a pesar de ser un nombre relativamente nuevo en la industria, las obras de esta autora están dejando una marca que, no me cabe duda, pronto le ameritarán fama a nivel global.

Más que una Final Girl

Como un fanboy del terror que soy en todas sus formas (siempre y cuando sean ficticias), llevo bastante tiempo preguntándome de dónde vino la equivocada creencia de que este género es un territorio que les pertenece sólo a los hombres.

Claro, si hablamos de cine, se me vienen a la mente nombres de grandes directores clásicos, quienes crearon las bases que, a la fecha, aún se utilizan en la creación de películas de terror y suspenso, tales como Alfred Hitchcock (Psicosis) y John Carpenter (Halloween, La cosa de otro mundo). Puedo, así también, nombrar a aquellos que cambiaron para siempre las reglas del juego, introduciendo nuevos elementos al cine del horror, como Wes Craven (Pesadilla en Elm Street, Scream) y George A. Romero (La noche de los muertos vivientes), y en las nuevas promesas de la industria, quienes han optado por devolver el género a sus raíces independientes y apostado por crear sus sustos a través del estilo y la atmósfera de sus películas, como Ari Aster (Hereditario, Midsommar) o Robert Eggers (La bruja).

Pasando al horror como género literario, no podemos olvidar a los autores cuyos textos nos han causado escalofríos y llevado a cerrar con seguro las puertas y ventanas, como lo son Edgar Allan Poe (El cuervo, El péndulo) o H. P. Lovecraft (La llamada de Cthulhu, Las montañas de la locura). Y así podría seguir nombrando escritores. Tenemos a Stephen King, a Peter Straub, Stephen Graham Jones, Clive Barker, entre otros. Hombres que nos han atrapado con su interminable imaginación.

Pero entonces, ¿y qué hay de las mujeres en el terror?

Muchos parecen creer que su presencia en la literatura de terror es inexistente. Quizás esto se derive de una idea falsa de que el terror es igual a hombres, como romance es igual a mujeres. Y aunque hay un cierto nivel de realidad en esta afirmación (no hay que pretender que la representación e interés en ambos géneros no está desproporcionada), es importante reconocer la importantísima contribución que las mujeres han aportado a nuestras pesadillas.

Basta recordar que fue Mary Shelley, con su novela gótica Frankenstein o el moderno Prometeo quien le dio vida a uno de los monstruos más icónicos de todos los tiempos. Tampoco podemos olvidar que —Ningún organismo vivo puede prolongar su existencia durante mucho tiempo en condiciones de realidad absoluta sin perder el juicio—, como lo dijo Shirley Jackson al inicio de su maravillosa novela La maldición de Hill House, la cuál por décadas ha sido la obra que bastantes autores y lectores por igual, acreditan como la que los acercó al género.

Pero esas escritoras son de hace un siglo o dos. ¿Dónde están las damas del terror actual?

Pues es aquí donde Catriona Ward y sus contemporáneas entran a agregar peso a la balanza, ofreciendo la perspectiva y sensibilidad femenina al género.

La mirada al terror de Catriona Ward

Es evidente la inspiración que Ward ha recibido de los grandes maestros del terror. Su novela La casa al final de Needless Street es un rompecabezas psicológico extraído de la cabeza de Alfred Hitchcock y aderezado con el estilo de Ward. Este thriller aprovecha recursos literarios como saltos de tiempo y un narrador poco confiable, para ir lentamente construyendo suspenso e intriga en su lector.

Como el crescendo en una pieza musical, La casa al final de Needless Street coquetea con la excitación que provoca su misterio; le da un mapa al lector, pero ninguna brújula; instrucciones escritas en un idioma que no puede entender. Todo esto con el propósito de entregar un final que le arrebate al lector el aliento.

Igualmente, con Sundial, Catriona Ward explora los horrores del ser humano en un estado salvaje. Con su premisa sobre una madre preocupada por las cada vez más extrañas acciones de su hija (tales como coleccionar esqueletos de animales y causarle una sobredosis a su hermana menor), Ward nos tiene al eje de nuestros asientos con una historia sobre secretos abrumadores y la eterna batalla entre la naturaleza y la crianza.

En La pequeña Eve, Ward aprovecha el folclor escocés para concebir una historia espeluznante, descrita por algunos críticos como “densa pero absorbente, con una cualidad hipnótica similar a mirar a los ojos a una serpiente gigante”; mientras que, en La bahía del espejo, la autora nos introduce a un pequeño pueblo en Maine (¿homenaje al Maine de Stephen King?) donde macabros asesinatos del pasado vuelven a mostrar su rostro y perseguir a su protagonista.

Las novelas de Catriona Ward toman al lector del cuello con una mano fría y esquelética. Su pluma crea casi por inercia una atmósfera sobrenatural, que cuenta con el suficiente realismo para escabullirse dentro de nuestra psique y hacernos pensar en que sus tramas podrían estar ocurriendo en la vida real, mucho más cerca de nosotros de lo que quisiéramos aceptar.