Todo mundo sabe que la memoria es fragmentaria, engañosa, y que se reconstruye, muchas veces, con el material de la imaginación. Y ni qué decir cuando hay un impulso poético y un estado químico (o anímico) que la guíe o impida su surgimiento cuando queremos objetivarla.

Así de sutil y lúdica es la memoria de la protagonista de Miles de pececitos devoran mi neurosis, la nueva novela de María Elena L. Lacroix, publicada bajo el sello Hachette Literatura, y que nos habla sobre Ele y su vida entre las figuras de su familia: el Padre, la Madre, el Niño, la Chica y los Otros.

¿De qué trata Miles de pececitos devoran mi neurosis?

Creo que estamos de acuerdo en que existen novelas cuya complejidad y estructura impiden describir a la primera su trama, pienso en Hombres de maíz de Miguel Ángel Asturias, por ejemplo; y que hay otras que, al enunciarlas, podrían no sonar tan increíbles a pesar de su grandeza narrativa, como La señora Dalloway de Virginia Woolf. Y creo que el caso de Miles de pececitos... se acerca al segundo.

La historia trata sobre la vida familiar de la narradora y las cuestionables acciones de cuidado, amor y cariño que tiene hacia otros personajes, y que la llevan a entrar y, eventualmente salir, del sanatorio mental (o Casa de la Risa, como lo llama), donde escribe y cuenta, sin el influjo del sedante, su vida antes (en la Casa de las Ventanas), su vida dentro y su vida después de ella (en un lugar cercano al mar).

Lejos de asemejarse en temática al narrador Aurelio del sanatorio argentino en Las larvas de Verónica Langer (también publicada en H Literatura), Miles de pececitos devoran mi neurosis escarba en aquellos sentimientos que, debido a su fuerza y naturaleza, lindan con la prohibición y con la incomodidad. Y, sólo en ese aspecto, se acercan más al problema principal que atraviesa la protagonista de Blackstar de María Eugenia Mayobre: la eutanasia.

Si la protagonista siente remordimientos o racionaliza sus posibles “crímenes”, sólo queda en el lector tener una palabra al respecto, pues la moral de Ele se rige bajo otras necesidades con las que alguien podría simpatizar.

El espacio de los nombres perdidos

Es usual en la narrativa que los personajes se caractericen por nombres comunes: el oficinista, por ejemplo; nombres propios: Laura; o por su carencia de ellos usando sólo un pronombre: nosotros. Pero María Elena L. Lacroix elige una cuarta vía al volverlos arquetipos de su universo familiar: la Madre.

Esta caracterización remarca el peso de su ser tanto con otros personajes como con la voz narradora que, en este caso, resulta ser una hija, pero cuyo nombre no es un arquetipo sino una inicial: Ele. Y, mejor dicho, Ele Palindrómica. Sin embargo, ¿qué significado tiene todo esto?

La trama de Miles de pececitos... tarda en decírnoslo, pero es clara al respecto: los nombres de todos ellos se han olvidado y la protagonista sólo está en búsqueda de uno de ellos: el del Niño, es decir, su hermano. Él es el único que ha perdido su nombre y recuperarlo será una forma de darle la libertad que se merece. Pero ¿liberarlo de quién o de qué?

Es aquí donde la historia de la novela de María Elena gira el foco de la narración para cuestionarnos al respecto del amor fraterno y de la supuesta naturalidad del amor de los padres hacia los hijos.

Los miles de pececitos que narran la historia

No son sino los fragmentos que vienen a la memoria de la narradora. En realidad, uno podría suponer que el juguetón “pececitos” del título añadiría una dimensión infantil al relato. Y hasta cierto punto es así con los nombres de los lugares y de los familiares de la protagonista, pero no en cuanto al contenido, y es en ese aspecto que la palabra “neurosis” adquiere mayor relieve.

A lo largo de la narración, Ele estructura sus acciones a partir de tres momentos de su vida: cuando tenía un corazón; cuando lo perdió y cuando intenta recuperarlo. Cada momento se corresponde con tres espacios (ya mencionados más arriba) y con tres personajes: el Padre, el Niño y la Madre. Desde su infancia hasta su adultez, Ele Palindrómica recapitula su vida sobre un mismo punto: buscar la libertad de su hermano y, por ende, la paz consigo misma y la Madre.

Llegar al final de esta novela requiere de paciencia y de experiencia, ya que es una novela sutil y exigente. Como mencioné al respecto de La señora Dalloway, hay narraciones cuya trama nos parece simple, pero no así cómo se configura página tras página. Así que te deseo un gran viaje al que vale totalmente la pena dedicarle su tiempo.

Sobre María Elena L. Lacroix

Nacida en Ciudad de México en 1965, de formación es maestra normalista con el complemento artístico y literario de una carrera en Literatura latinoamericana por la Universidad Iberoamericana y un máster en Historia del arte por la Universidad Anáhuac. Miles de pececitos devoran mi neurosis es su primera novela, aunque no su primer libro, el cual se titula La Ñora, en resistencia de su inevitable ñorez.