¿Te imaginas vivir en un mundo donde la magia tiene un precio? Imagínate que por cada maldición rota entras a otra, por el simple hecho de tener la oportunidad de elegir.

Pues bajo esta condición se encuentra la premisa de Montañas de cristal, novela de Scarlett St. Clair, publicada en español por el sello de Faeris. En esta historia conocemos a Gesela, quien rompe con el hechizo de sequía en su pueblo al matar a un sapo, pero cuya decisión la condena a ser prisionera de Casamir un príncipe Elfo. ¿Cómo? ¿pero no había hecho el bien sin mirar a quien y la condenaron por eso? Pues en el mundo de Montañas de cristal todas las decisiones tienen consecuencias y para que Gesela pueda recuperar su libertad, debe adivinar el nombre verdadero de su custodio.

Lo mejor de todo es que el libro es de menos de 250 páginas, así que no tenemos que leer toda una trilogía completa para saber cómo termina la historia.

No apto para una versión Disney

Leí el libro porque la sinopsis me recordó a La Bella y la Bestia —si bien está escrita por Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, me refiero más a la película de Disney—, porque la premisa es la misma: una joven es prisionera de un príncipe que está maldito. Pero esta novela es una clasificación +18 (ojo aquí, madres y padres), porque no sólo tiene escenas eróticas, también una aventura repleta de peligros donde no puedes confiar en ninguna criatura feérica, a menos que estés dispuesta a perder una extremidad.

También me recordó a los tonos oscuros de la magia en los Cuentos de los hermanos Grimm, precisamente a una alusión a Rumpelstiltskin, es decir: no obtienes algo bueno si no das algo a cambio y absolutamente todo tiene una consecuencia. En Montañas de cristal la magia no es buena, ni mala, sólo es magia sujeta a reglas humanas.

¿Consenso vs. Erotismo?

Desde el primer momento en que nuestros protagonistas se encuentran, se puede leer una tensión sexual que atraviesa cada una de las páginas. Es erótico, vaya, y esto no sólo le da un toque spicy a la obra —que no le viene mal—, la hace emocionante porque esa tensión es la que nos permite querer saber más sobre los personajes: sus pensamientos y deseos el uno por el otro.

Hay capítulos narrados por Casamir y otros por Gesela, lo cual nos permite acercarnos a ambos personajes y esperar con ansias que la distancia se acorte o que el hilo tenso se rompa ¡crack!

Sin embargo, y cabe aclararlo, con las nuevas generaciones en las escenas spicy se ha intentado agregar el tema del consentimiento, ya sabes: el “sí” es sí y el “no” es no. Un movimiento muy criticado, ya que se piensa que preguntar por el consenso en pleno acto sexual obstruye el ritmo narrativo, pero aquí la autora logró colocar la pregunta “¿Es lo que quieres?” de forma natural, sin interrumpir la narración. Tampoco se ve forzado, lo cual quiere decir que cuando alguien sabe escribir, lo hace bien, y me parece perfecto que los jóvenes de ahora tengan conciencia del consentimiento, lo vean en películas, series y libros, lo conozcan como algo inherente.

Crítica al Príncipe Encantador clásico

La figura del Príncipe encantador ya nos quedó clara con Shrek: es absurdo pensar que nuestros problemas se resuelven si alguien nos salva y nos dice palabras bonitas.

Casimir también tiene a un príncipe como prisionero, uno que le da consejos de amor, los consejos más rancios de un “Príncipe encantador”, lo que me parece una jugada inteligente de Scarlett Claire, que nos muestra el contraste de un personaje estereotípico y uno auténtico.

Las figuras masculinas en la literatura han cambiado con el tiempo, y lo agradezco.

Los autores nos muestran a sus personajes a través de más acciones y menos palabras; por ejemplo, Casimir es un príncipe egoísta, testarudo y vanidoso que no sabe cómo realizar un cumplido: “Te dije que estás hermosa. Deberías estar agradecida”, pero al leer la historia, conocemos sus acciones y pensamientos, sabemos que tiene miedo y actúa a partir, y a pesar, de eso, ya no es sólo una figura plana para cubrir un interés amoroso, sino que tiene una personalidad y es parte de la historia, no como otros... y sí, estoy hablando de ti, Príncipe de Blancanieves.

El libro no es complejo, las escenas subidas de tono no dan vergüenza ajena y, si algo debo destacar, son los diálogos divertidos e inteligentes entre los personajes, cumple con ser una novela de fantasía erótica.